Gastón Nicosia Burgos

Clases de Guitarra

Improvisación: sobre todo tipo de acordes (vamp) y progresiones mediante el uso de escalas y arpegios - Improvisación armónica y chord melody mediante el uso de todo tipo de triadas y acordes en posición fundamental e invertidos. Patrones armónicos.
Armonía: tonal y modal. Armonía vocal e instrumental
Lecto-éscritura: transcripción y lectura de obras y solos. Dictados melódico y rítmico.
Audioperceptiva: Reconocimiento de acordes, escalas, triadas y acordes en posición fundamental e invertidos
Composición y arreglos: para guitarra solista, dúos, tríos y demás instrumentos.
Estilos. Blues, jazz, funk, clásico, etc.
Ingreso a Institutos y Conservatorios
Técnicas: guitarra clásica (dedos) y eléctrica (púa)
Métodos: Berklee, GIT, etc.
Nivel inicial, medio y avanzado

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gazquiel@gmail.com

lunes, 18 de febrero de 2013

¿Qué es ser maestro?

¿Cuál es el rol del maestro? ¿Cuál debe ser su mayor responsabilidad? En estas épocas en que la figura del maestro se encuentra bastardeada bajo la figura de la soberbia y de la propia sobrevaloración, se hace realmente dificil lograr un bosquejo claro y por sobre todas las cosas humilde de la figura del maestro, ya que hasta el mismo lenguaje es tirano en varios aspectos. Lo ideal sería crear la figura del maestro desde el mismo silencio, cualidad inherente a toda sabiduría; pues el maestro debe amar la sabiduría y no solo el conocimiento acumulado; debe lograr un total desapego de sí mismo para entrar en el dominio de la sabiduría; el conocimiento es el camino que deberá desandar a su debido momento si lo que realmente siente es el llamado de la sabiduría. El conocimiento es el motor, el andar día a día por el mundo conciente y físico; mas la sabiduría es su trascendencia, es el vivir la experiencia subconciente y metafísica, es el desapego de la propia realidad, es una deconstrucción de la propia vida maquinalmente aceptada para transformarla en vida vivida, en experiencia vital. El maestro debe apuntar y por lo tanto dirigirse a ese lugar que se encuentra detrás del conocimiento, filosofía en el sentido más profundo del término; debe lograr una metafísica de la cotidianeidad, una práctica casi obsesiva del autoconocimiento; debe tratar de tomar conciencia, y por conciencia me refiero a vivenciar y a responsabilizarse de cada uno de los actos de su experiencia. El maestro debe ser responsable por sobre todas las cosas y debe comprometerse de manera casi ciega con su situación: la de conducir, guiar, mostrar al alumno el conocimiento que este posee sin saberlo; debe, como en una especie de mayéutica, ayudarlo a dar a luz su mundo interior, ayudarlo a darse a luz a sí mismo, en una especie de rito de autonacimiento. El intercambio entre maestro y alumno debe ser respetado y amado; el maestro tiene a su disposición los sueños del alumno, el conocimiento del mismo, sus miedos, sus alegrías, la construcción de su propia realidad... ¿cómo no ser responsable ante esto? Tamaña empresa la del maestro, ya que no debe estar, ni mucho menos sentirse en una posición más elevada que el alumno; esto sería un pecado casi mortal y una negligencia total. Por el contrario, su lugar es el del alumno, su aprendizaje es el del alumno. Debe empatizar con él, y más allá de la simpatía que sienta debe "compatizar" con él (término en desuso pero que bien se aplicaría en este estado de cosas, término casi sagrado si se quiere), debe comprender que su oficio es un oficio sagrado, un sacrificio. El maestro debe por sobre todas las cosas darse cuenta que lo que sabe, en cuanto a conocimiento adquirido, es efímero; debe estar preparado para transformar todo su caudal en sabiduría como en una especie de alquimia; y debe ser paciente. Escucharse es una de sus prioridades más urgentes, y escuchar al alumno una de sus obligaciones más imperativas. El maestro trasciende lo institucional, la ilusión de la impostura, debe darse cuenta que frente al alumno deja de ser él mismo para transformarse en su otro, en el otro; debe poseer la capacidad de revivir sus experiencias, temores y anhelos propios; y debe estar dispuesto a verse reflejado en el alumno, debe afrontar el espejo de la indiferencia y por sobre todas las cosas debe recomponer el espejo interior que él mismo día a día va rompiendo, mediante la ayuda del alumno, juntando entre los dos los pedazos desperdigados en el eter de su alma. El ser maestro exige responsabilidades como he dicho anteriormente, y debe poseer una ética que deberá practicar día a día, no de manera impuesta ni mucho menos con exigencias morales, sino necesaria para poder conocerse cada día un poco más. El maestro necesita ser maestro, ya que su necesidad radica en la necesidad del otro, no es una elección, es un deber y un derecho en sí mismo. Pero por sobre todas las cosas no es una cuestión de status; si así fuera el maestro dejaría de serlo automáticamente. Su condición de maestro radica en el otro, verdadero maestro es el otro, su otro; y esto sería imposible en una jerarquía que no conozca más que el respeto (concepto tan abandonado hoy en día). El maestro trabaja desde las sombras, en el trasfondo de la experiencia; no busca convencer ni hacer transferencia de ningún tipo, sino que vive en el otro. Por supuesto que se basa en un método para tratar de lograrlo, ya que su todo depende, para poder expresarlo, en un continuo de espacio-tiempo. Se podría decir en reducidos términos que primeramente enseña mediante los conceptos y las mecanizaciones, otorga herramientas, conocimiento para su desarrollo posterior por medio basicamente del lenguaje hablado (tan limitado pero util para este fin); luego se embarcaría en lo que se encuentra detrás del conocimiento, afrontaría la experiencia del conocimiento, la parte vital del entendimiento, y esto basicamente por medio de la presencia (en tanto potencia, el aquí y ahora en donde mente-cuerpo-espíritu empieza a vislumbrarse); y pienso que por último llega el nacimiento, mediante el silencio y la ausencia (en tanto acto, el aquí y ahora hecho corporeidad). Pero como dije, esto sería el nacimiento, sería solo el comienzo... el verdadero camino aún se deberá transitar para dar paso al yo completo y complejo que no deja de exigir sabiduría; pues esto es la sabiduría, esta es la metafísica de la cotidianeidad. Y esta debería ser la filosofía de todo buen maestro. En lo personal, y para ir redondeando la idea, para ir dejando de luchar con las palabras y los conceptos que apenas ofrecen una idea del mundo que se esfuerzan en descubrir, conocí maestros sin saber que lo eran; y lo más importante fue el haberme enseñado a no perder jamás la capacidad de asombro, la eterna pregunta en donde tal vez allí sí las palabras cobran su verdadero poder; y sobre todo debo agradecerles la incertidumbre de la lúdica niñez siempre revivida y comprendida. A ellos les doy gracias.

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